Río Melcocho

"Viajar es cambiarle la ropa al alma"

En las entrañas del oriente antioqueño, cercado por una densa vegetación se esconde uno de los afuentes de agua mejor conservado, limpio y bello de la región, el río Melcocho, un verdadero santuario natural ideal para los amantes de la naturaleza, la aventura y el senderismo.

El río Melcocho, nace en la vereda El Porvenir, del municipio de El Carmen de Víboral, luego pasa por la vereda La Cristalina, después recorre varias veredas del municipio de Cocorná, entre ellas: El Roblán, La Florida, El Cocuyo, El Retiro y El Entablado, más tarde, se une a el Río Santo Domingo, en el sitio conocido como Los Encuentros, allí continúa su recorrido, se une a El Samaná y de esta manera llega a el río Magdalena.

Su nombre proviene del árbol del Melcocho (Minquartia guianensis), unos colosos que pueden alcanzar hasta 50 metros de altura y que habitan en bosques primarios, de climas húmedos y muy húmedos. Cuya madera durable, resistente a hongos y termitas, fue talada en su totalidad por los primeros residentes que se asentaron en la zona.


¿Como viajamos al Río Melcocho?

  • En bus desde Medellín - Cocorná (entrada vereda la Piñuela) 1:40 minutos.
  • En camioneta 4x4 desde la entrada de la Piñuela, hasta el caserío El Retiro (trocha, no recomendable para vehículos "bajitos") de 40 a 50 minutos.
  • A pie desde El Retiro hasta el Puente Amarillo por camino de herradura (no recomendable para personas con lesiones articulares, niños pequeños y adultos mayores, pero también se presta el servicio a caballo) 1 hora.


  • Caserío "El Retiro"
    camino El Retiro - Puente Amarillo"


    Desde el caserío "el Retiro" hasta el "puente Amarillo" hay una hora de trayecto por un caminito de herradura en un vaivén de subidas y bajadas, que se estrecha a medida que avanzamos, un terreno accidentado y agreste que nos desafía a cada paso, una verdadera odisea aún para los caballos. Y como si este relato no fuera ya lo bastante dramático, la humedad que se cala en nuestra piel, haciéndonos más lentos, más pesados, como si estuviéramos acorazados.




    Después de una corta pero exigente caminata, arribamos triunfantes al "Puente Amarillo", un estadero que se anuncía como un oasis en medio del desierto, un lugar fresco y acogedor que se ve en aprietos ante la avalancha de tantos invitados, que nos ofrece servicio de hospedaje, comedor y tienda y donde se venden unas ricas obleas.

    Luego de un breve descanso mientras recuperabamos el aliento, nos dispusimos a conocer el motivo de nuestro peregrinaje, a menos de 100 metros de la estancia se encuentra nuestro río Melcocho, un fenomenal cauce transparante de fondo verde, cercado por una espesa vegetación que atraviesa un puente que sirve de trampolin y en el que este humilde servidor estuvo por más de diez minutos sentado en el borde esperando llenarse de coraje y orgullo para aventarse una zambullida. Una altura nada despreciable de cinco metros y esa impresión de que el suelo se deshace a nuestros pies y flotamos, es cuestión de un pestañeo, pero perdura en la memoría y nos recuerda "el milagro de estar vivo, porque estar vivo es un milagro".

    "El amansa bobos"