En las entrañas del oriente antioqueño, cercado por una densa vegetación se esconde uno
de los afuentes de agua mejor conservado, limpio y bello de la región, el río
Melcocho,
un verdadero santuario natural ideal para los amantes de la naturaleza, la aventura y el senderismo.
El río Melcocho, nace en la vereda El Porvenir, del municipio de El Carmen de Víboral, luego pasa
por la
vereda La Cristalina, después recorre varias veredas del municipio de Cocorná,
entre ellas: El Roblán, La Florida, El Cocuyo, El Retiro y El Entablado, más tarde, se une a el Río
Santo Domingo, en el sitio conocido como Los Encuentros, allí continúa su recorrido, se une a El
Samaná
y de esta manera llega a el río Magdalena.
Su nombre proviene del árbol del Melcocho (Minquartia guianensis),
unos
colosos
que pueden alcanzar hasta 50 metros de altura y que habitan en bosques primarios, de climas
húmedos y
muy húmedos.
Cuya madera durable, resistente a hongos y termitas, fue talada en su totalidad por los primeros
residentes
que se asentaron en la zona.
¿Como viajamos al Río Melcocho?
Desde el caserío "el Retiro" hasta el "puente Amarillo"
hay una hora de trayecto por un caminito de herradura en un vaivén de subidas y bajadas, que
se estrecha a medida que avanzamos, un terreno accidentado y agreste que nos desafía a cada paso,
una verdadera odisea aún para los caballos. Y como si este relato no fuera ya lo bastante dramático,
la humedad que se cala en nuestra piel, haciéndonos más lentos, más pesados, como si estuviéramos
acorazados.
Después de una corta pero exigente caminata, arribamos triunfantes al "Puente Amarillo", un estadero
que
se
anuncía como un oasis en medio del desierto, un lugar fresco y acogedor que se ve en
aprietos
ante la avalancha de tantos invitados, que nos ofrece servicio de hospedaje, comedor y
tienda y donde se venden unas ricas obleas.
Luego de un breve descanso mientras
recuperabamos
el aliento, nos dispusimos a conocer el motivo de nuestro peregrinaje, a menos de 100 metros de la
estancia
se encuentra nuestro río Melcocho, un fenomenal cauce transparante de fondo verde, cercado por una
espesa
vegetación que atraviesa un puente que sirve de trampolin y en el que este humilde servidor estuvo
por
más
de diez minutos sentado en el borde esperando llenarse de coraje y orgullo para aventarse una
zambullida. Una
altura nada despreciable de cinco metros y esa impresión de que el suelo se deshace a
nuestros pies y flotamos, es cuestión de un pestañeo, pero perdura en la memoría y nos recuerda
"el milagro de estar vivo, porque estar vivo es un milagro".