Salto del Buey

«No hay viaje que no te cambie algo»

Bajo el adagio "de que el que madruga Dios lo ayuda", nos levantamos con el alba para culminar los pormenores para nuestra aventura. En un acto de hermandad y unidad los diferentes grupos de Bike Mountain (bicicletas de montaña) de la ciudad de la eterna primavera, se unieron para planificar y llevar a cabo una ruta desde de la ciudad de Medellin hasta la reserva natural Salto del buey del municipio de la Ceja, mas de 60 kiometros de puro pedaleo. Y como si el llamado fuera divino, mas de 50 ciclistas entre deportistas de alto rendimiento, gomosos de la bicicletas, amantes de la ciclorutas dominicales, barrigones expertos en subir cada 15 dias a San Felix por el pan chocha, hombres y mujeres, jovenes y viejos, todos como un solo hombre nos citamos para responder a tremendo desafio. A las seis de la mañana comenzamos nuestro ascenso al mítico y poco despreciable “Altos de las Palmas”, una mole de pavimento con una pendiente calmosa, desgastante e interminable, unos con mejor ritmo que otros, dos horas y media más tarde coronábamos la cima de las Palmas, y comenzamos a descolgarnos por las vertiginosas vías del oriente, fue una trayecto con pestañeos llanos y el sol que comenzaba a calentar. A las diez de la mañana haciamos nuestro arribo al municipio de la Ceja.

Después de un nutrido desayuno y un merecido descanso, reanudamos nuestra marcha hacia el Salto del Buey, ubicado en el corregimiento El Guaico a 20 kilometros de la cabecera urbana. Fue un trayecto donde el cansancio y el sol abrasador del mediodía comenzaron a mellar nuestro rendimiento. Luego de un descenso rápido que nos revitalizó nos desviamos por una trocha que nos daba la bienvenida al santuario natural, e iniciamos nuestra correría de 10 kilometros hacia nuestro destino final, después de un corto trayecto nos topamos con un asentamiento de casitas pintorescas serpenteadas por un río cristalino que se dejaba ver desde el horizonte, donde realizamos una parada "técnica" (si a eso se le puede llamar a la consumición de empanadas, papas y buñuelos) luego de recargar energías, atravesamos un puente donde nos sorprendió un repechito de rieles que nos desanimó por completo, menos mal era breve, recorrimos la polvorienta trocha y a medida que nos acercábamos podíamos escuchar el estruendoso y caudaloso rio, y en medio de la nada como si fuera un oasis en el desierto se presenta ante nosotros un caserío con edificaciones robustas, hasta con iglesia y todo, una de las gratas sorpresas de este recorrido, y por fin después de una extenuante jornada hacíamos presencia en la reserva natural Salto del Buey.



A primera vista da la sensación de que no es un ecoparque, sino una villa campestre oculta en el borde de un abismo, solo es adentrarse un poco más para descubrir un recinto acogedor con instalaciones frescas y confortables, que nos ofrece un variado menú gastronómico y muchas actividades para realizar al aire libre, entre ellas el Canopy, un cable suspendido a más de 150 metros de altura y 700 metros de largo, en el cual puedes divisar los diferentes saltos de agua que nos ofrece el accidentado rio.

Los Saltos Ecoparque la empresa encargada de administrar, cuidar y conservar el Salto de Buey, tiene una irrisoria tarifa de $20.000 la entrada, (digo irrisoria por no decir insignificante ante la mágica experiencia que nos depara, usted se puede ir cansado, mojado, malhumorado, pero escúcheme bien, nunca indiferente ante semejante maravilla) este valor con el fin de garantizar un turismo sostenible y equilibrado, fuera de esto, nos ofrece varias de actividades llenas de adrenalina y contemplación.

Como es la vía ferrata (que es el senderismo por la accidentada superficie rocosa apoyándose en peldaños, clavijas, rampas, pasamanos, cadenas, grapas para desplazarse a zonas de difícil acceso), el canopy que ya mencionamos anteriormente, la visita al Salto del Buey (la cascada), también hay una zona de camping, por lo visto hay mucho en que ocuparse, haciendo la precisión,que a excepción de la travesía para conocer la cascada, las demás actividades tienen un costo por aparte y su disponibilidad están sujeta a la demanda de los turistas, y a las condiciones climáticas, ya que se necesita de buen tiempo para realizarlas y a veces es necesario el acompañamiento de un guía y de elementos de seguridad y protección como cascos y arnés, que son brindados por el ecoparque.

"Cuenta la historia que el Río se llama Buey porque en época de la conquista española, llevaban un buey cargado de oro, y éste, al cruzar el río, por su carga pesada es arrastrado por la corriente".
Y bajo la consigna de que todo en este mundo es pasajero, aun la propia vida y que debemos disfrutar de cada momento como si fuera el último, nos dispusimos a conocer la cascada, sin importar la llovizna que refrescaba la tarde, ni el cansacio que habia diezmado nuestro espíritu. Comenzamos a descender por un caminito angosto y empedrado, lleno de obstáculos que con el flujo de personas subiendo y bajando y la superficie humedad y resbaladiza lo hacía casi intransitable y peligroso, en el peregrinaje fuimos abordados por siluetas alusivas a dioses y gnomos que estaban enclavadas estratégicamente para darle un aire místico y espiritual al desbocado camino.



Después de un tortuoso descenso estabamos bajos las alas de la cascada, una colosal caida de agua de más de 70 metros de altura, estruendosa, arolladora, que nos daba la bienvenida, con un refrescante rocío, que nos empapaba el alma, y supimos ahí, en ese momento que cada pedaleo, cada gota de sudor, cada segundo con el pellejo expuesto al implacable sol, habia valido la pena, una sensación que conmueve y reconforta, una obra de arte de belleza inefable que solamente la naturaleza nos puede regalar.